La etiqueta de lo imperfecto

Los seres humanos siempre hemos tenido algunas características especiales que nos han servido para diferenciarnos unos de otros, tamaños, color de piel, forma y disposición de nuestros rasgos faciales, peso, marcas en la piel, tipos de pelo, largo de los dedos, etcétera, un sin fin de características que siempre nos fueron tan naturales que incluso no les teníamos una palabra específica.  En algunos casos estas marcas podían ser reacciones naturales de nuestro cuerpo frente a algo que funcionaba mal, como por ejemplo los casos más graves del acné, la dermatitis o la rosácea.   En otras ocasiones podía jugar un gran papel el factor genético como el vitiligo o el exceso de pecas.
Hoy en día y gracias a la industria de los cosméticos cada uno de estos elementos tiene adjunta la etiqueta de «imperfecciones» y nos intentan dar a entender que la perfección es algo alcanzable en la medida que nos parezcamos a esos modelos que ponen en todos los avisos.    Irónico considerando que la naturaleza ha mostrado que su perfección está en lo distinto, en la belleza de lo extraño y no en la idea sintética de intentar ser todos igual a unos pocos que alguien clasificó como perfectos.

Nuestra autoestima

Incluso a sabiendas de todo este complot que existe para hacernos compradores, el padecer de alguna enfermedad que afecte nuestra imagen externa siempre generará un daño en nuestra autoestima, ya sea en las personas que se criaron con la falsa idea de llegar a ser perfectas o ya sea el simple y honesto deseo de agradar a las personas que tenemos a nuestro alrededor.       El tratamiento de la condición dermatológica siempre será un plus que hay que buscar, necesariamente en los casos graves y opcional en los meramente estéticos.   Pero el tratamiento psicológico es vital para solucionar el daño que se produce en el interior y aunque nadie lo vea todos lo sentimos.   Porque cuando cambiamos aquello externo que nos tenía inseguros naturalmente se va esa molestia, pero nuestra personalidad sigue siendo la misma y la capacidad para encontrar inseguridad con otra cosa nueva estará siempre ahí —razón por la cual muchas personas no pueden parar de hacerse cirugías estéticas—.    En otros casos cuando se va la inseguridad queda una sensación de vacío emocional y que responde a la sensación inconsciente de no haber podido ser aceptados y queridos tal como nacimos, sino que tuvimos que jugar puntos extras para poder ser amados, sensación que se traspasa a sentir todo nuestro entorno como falso, como algo que no va acorde a nuestra esencia.

Reformarnos para recuperar la felicidad

La visita al psicólogo (o la visita del psicólogo en estos tiempos modernos) implica explorar en qué punto comenzó el aprendizaje de la inseguridad, hasta dónde llegan las raíces ligadas al problema actual, cuánto de lo que sufrimos es por causa real y cuánto es amplificado por nuestro propio filtro mental.  Para volver a darle su cause al río debemos subir la montaña, hasta encontrar entre las piedras el momento y la forma que está cambiando el curso.        El apoyo terapéutico es crucial porque necesitamos cambiar el significado de la imperfección que limitó nuestra vida y comenzar poco a poco asimilando que las reacciones de nuestro cuerpo, las tratemos o no, son parte de la misma naturaleza humana y que por lo tanto, lejos de representar vergüenza siempre deberían significar aceptación.

Dar la lucha

Esta lucha que empieza conversando con el psicólogo no termina ahí cuando hemos sanado nuestras emociones, sino que luego se transforma en el deseo de romper esos estándares de belleza que ridículamente intentan imponernos una y otra y otra vez, esperando que de esa forma evitemos que las generaciones más pequeñas caigan en la misma trampa.   Este artículo representa tanto el acompañamiento personal que ofrecemos a las personas como a la lucha global que siempre apoyamos.

Tu forma de cooperar en este minuto puede ser compartiendo este artículo para que llegue a esa persona que la está pasando mal y que esta información le de un poquito de esperanza, tal vez la suficiente como para decidir hacer un cambio para mejor.