El programa-documental-reportaje Viral de TVN ha sido una ventana a un lado poco conocido de las redes sociales y la vida en línea. Hasta ahora, el programa nos ha hablado de bullying, pornovenganza, sexting y la auto-promoción en línea, temas que, probablemente, no son conversaciones del día a día en la casa chilena –y deberían serlo- Por esto, tienen nuestro reconocimiento. Sin embargo, vemos que la lectura que se hace está incompleta. Frente a esto escribimos las siguientes líneas en espera de una mayor comprensión de la realidad actual.
Meras herramientas
Lo primero a ver es que las redes sociales y el internet son herramientas. Esto implica que su uso es lo que determina si son buenas o malas; por tanto, pensar que las redes sociales y el internet, por sí mismos, encarnan algo negativo es un juicio erróneo. Tan erróneo como pensar que un martillo es malo si me pegué en el dedo con él. Sí, me produje un daño, pero no es responsabilidad de la herramienta, si no mía. El martillo tiene el potencial de asistirme en la construcción de una mesa, una casa o mi propio caballo de Troya. Todo está en el uso que cada uno le dé, y lo mismo se aplica con las redes sociales y el internet.
Esto es importante pues evidencia lo inútil que es tomar medidas como prohibir el uso del celular, cortar el plan de datos o meterse a revisar las fotos, medidas que más de un papá o una mamá preocupados deben estar empezando a considerar (si es que no lo han hecho ya)
Solo una ventana
Cuando miramos el fenómeno del bullying y la pornovenganza, debemos afrontar una amarga realidad: personas mal intencionadas, con casi nula empatía y consciencia, viven y respiran desde que el mundo es mundo.
Las nuevas tecnologías no nos han convertido en seres vengativos, sádicos y/o con ansías de una dominación y poder ilusorios. Así como tenemos potencial para ser seres honestos y empáticos, los humanos siempre hemos tenido una capacidad intrínseca de desarrollar estos rasgos más negativos (hasta los libros de historia universal más recatados les servirán para probar esto), y las redes sociales y el internet simplemente actúan como una vía donde la realización de esa capacidad se manifiesta.
Entonces el problema en realidad no es la existencia de estos medios. El problema es un sistema social y educacional que ignora la necesidad de la enseñanza y comprensión de la salud mental, y cuyas estrategias de educación sexual son, por lo bajo, deficientes. Un sistema que forma individuos intelectual y emocionalmente inmaduros, con nula capacidad de conectarse con la realidad de otros seres humanos, de ser sensibles a estas y de ver las consecuencias de sus actos (pero capaces de endeudarse y romperse la espalda trabajando)
Una sociedad puritana
Mientras mirábamos el episodio sobre pornovenganza y sexting, no pudimos evitar hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo serían las cosas si viviésemos en una sociedad con una actitud más sana frente a la sexualidad? Sí, la vulneración de la confianza y la privacidad seguirían existiendo, ¿pero no hay algo de una sexualidad moralista y conservadora que echa vergüenza y culpa frente el haber grabado unos videos calentones con la pareja? ¿No es el ridículo el aislamiento y discriminación producto de una visión retrógrada de la sexualidad? Dejamos la pregunta abierta.
Todo por los likes
Para el último capítulo, twitter se poblaba con reprimendas a los adolescentes que se quitaban un poco de ropa por un like. Los policías morales cargaron los rifles con municiones tipo “altura de miras” y dispararon con ganas. No pudimos dejar de ver una perturbadora ironía: los adultos y adultos jóvenes que miran con horror la vida de los adolescentes en línea no se percatan que han sacrificado sus vidas –su salud y su potencial- por un auto más nuevo, un terno más estiloso, una casa más grande, todo buscando aprobación, cumplidos, estatus; todo buscando ser “un hombre con los pantalones bien puestos”, “una mujer de buen vivir”. Todo por los likes, los likes de la generación anterior.
Al menos los jóvenes tienen la excusa de estar todavía en proceso de formación, y su vida, al menos en parte, está todavía en manos de quienes los crían.
Cierre
No negamos las complejidades que ponen en juego las redes sociales y el internet. De hecho, queremos que se discuta, queremos que se hable, queremos que se cuestione. Pero no desde el altar de la moral y las buenas costumbres. No desde el “esta generación está cada vez peor”.
Todos somos humanos; no nos subamos el pelo y abramos discusiones honestas, las únicas que tienen esperanzas de responder a las problemáticas de fondo.
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