Vivimos en un mundo cada vez más digitalizado. Smartphones, tablets, smartwatches y smart-tv’s se infiltran en cada trozo de nuestra vida y nos posibilitan conectarnos con otros y encontrar información más rápido que nunca. Como ya hemos comentado en un artículo anterior (En defensa de las Redes Sociales) tener cada vez más tecnología en nuestra vida no es algo necesariamente malo; todo depende del uso que hagamos de ella y de cómo enfrentemos los nuevos desafíos que nacen de esta constante interacción. Uno de los más grandes de estos desafíos hoy es conciliar tecnología y crianza.
El foco usualmente se pone en los niños y su interacción con los smartphones y tablets. Pero, ¿qué pasa con los padres y madres? Los aparatos digitales terminan en sus manos también, ¿y qué efectos tienen?
Regulación emocional
Uno de los puntos fundamentales de una buena crianza es que mamá, papá o el cuidador estén disponibles afectivamente para su hijo. Así cuando este experimenta cualquier emoción, es contenido y puede expresarse en un entorno seguro. Esta interacción da como resultado una buena regulación de las emociones: estas son vividas como algo aceptable y natural, se desarrollan herramientas para lidiar con ellas y se logra orientarlas a conductas positivas. En otras palabras, una mamá y/o papá afectivamente disponible ayuda al niño a aprender cómo llevar sus emociones.
Una mamá y/o papá afectivamente disponible ayuda al niño a aprender cómo llevar sus emociones.
Es evidente que el nivel de dependencia del niño varía con el tiempo: en los primeros meses depende enteramente de sus padres, y durante la adolescencia establece más vínculos con sus pares y toma algo de distancia. Pero la disponibilidad afectiva se mantiene, solo que en una frecuencia e intensidad distinta. Lo importante es que esta dinámica debe estar regulada por las necesidades del niño y las interacciones con su mamá y/o papá, y en un mundo donde nuestros teléfonos demandan constante atención, esta relación puede verse en peligro.
Imagina que estás jugando con tu hija y esta se cae y se golpea. Lo más probable es que buscará ser contenida, escuchar palabras tranquilas y recibir cariño. Pero justo llega un correo de la pega, o aparece una notificación de twitter. Tu atención está enfocada en el teléfono, y te demoras en responder a la interacción de tu hija. Quizá la ignoras por un rato, o quizá le respondas de manera exasperada, para pasar luego de unos minutos a darle la atención que te reclamo, cuando en parte, ya es demasiado tarde. En cualquier caso, las emociones de la niña quedan sin contención; se agolpan la angustia y la ansiedad de no saber cómo llevar esos sentimientos.
Situaciones como estas, repetidas en el tiempo, sientan las bases para desarrollos emocionales nocivos, y estudios han sugerido que podrían estar relacionados con afecciones psicológicas como la ansiedad y la depresión.
Modelos de comportamiento
¿Has visto cuando un niño imita lo que hace alguien en la televisión? ¿O cuando repiten lo que sus papás o mamás hacen en la casa? Esto responde a un mecanismo que los psicólogos llamamos modelamiento: implica el aprender a través de imitación. Si los padres tienen interacciones sociales con otras personas, son amables, sostienen conversaciones y se vinculan con los demás, es altamente probable que el niño seguirá estos patrones. Si los padres no hacen nada más que mirar las pantallas de sus teléfonos, es altamente probable que el niño repita este patrón cuando crezca.
Si los padres no hacen nada más que mirar las pantallas de sus teléfonos y no interactúan con otras personas, es altamente probable que el niño repita este patrón cuando crezca.
Simplemente, predica con el ejemplo. Las interacciones sociales son fundamentales para todo ser humano (estudios han sugerido que pueden ser más importantes que el ejercicio físico al momento de mantenernos sanos) y asegurar que nuestros hijos compartan, jueguen, conversen y rían con sus pares y otras personas es determinante en su desarrollo emocional y en la formación de la empatía.
¿Entonces qué hacer?
No es necesario dejar el teléfono en un baúl con llave. Lo cierto es que con un poco de voluntad, equilibrar una buena crianza con el uso de la tecnología no es imposible.
Cuando se trate de pasar tiempo de calidad con tu hijo, haz de eso la prioridad. Considera la importancia que ese corto rato tiene en su desarrollo. Si se aleja a jugar con otros niños o está concentrado en su mundo de historias y fantasías, puedes tomarte esos momentos para revisar tus notificaciones, y responder tus whatsapp. Quizá él mismo buscará interactuar con una tía u otro adulto, y eso también te dará espacio. Pero cuando requiera de tu atención y cariño, el teléfono pasa a segundo plano.
Si tienes problemas desconectándote de tu smartphone, usa las herramientas que este trae. Poner tu teléfono en modo avión no dejará entrar llamadas ni mensajes, o también puedes usar el modo nocturno que algunos dispositivos incluyen donde puedes configurar que ciertos números puedan sonar y el resto, menos importante quede en silencio.
Ser un buen modelo de comportamiento puede llevar algo más de trabajo, pues puede implicar un cambio más profundo si no eres una persona muy sociable. Sin embargo, puedes ver esta dificultad como una oportunidad que no solo te hará una mejor mamá o papá, sino también una mejor persona. Ir guardando el teléfono y empezar a refinar tus habilidades sociales es un excelente primer paso, e incluso tenemos un artículo donde damos algunos tips para los que tengan más dificultades con esto: Construyendo habilidades sociales.
La tecnología crece a pasos agigantados, y siempre debemos estar atentos a su lugar en nuestras vidas. Nos entrega una infinidad de posibilidades, y está en nuestras manos aprovecharlas sin que impidan cosas tan básicas como las interacciones con nuestros hijos. Hoy intentar vivir alejado de los cambios tecnológicos es prácticamente imposible y por lo mismo volver a considerar nuestras estrategias de crianza se vuelve algo muy necesario, en algunos casos puede implicar un sacrificio inicial, pero como todo padre y madre sabe muy bien, saber que tus hijos se están desarrollando sanos realmente no tiene precio.