Seamos honestos, todos sabemos que la mayoría de las amistades formadas antes de la educación media terminan rápida y frecuentemente, pero ciertos rasgos compartidos pueden ayudar a que algunas sí duren y se mantengan por mucho más tiempo.
¿Puedes recordar quién era tu mejor amigo en séptimo año? Si realmente no te acuerdas, es porque las relaciones a esa edad usualmente tienen una vida corta. La mitad no duran ni un año. De acuerdo a una nueva investigación por la psicóloga Brett Laursen, de la Florida Atlantic University, las amistades duraderas pueden ser predichas basadas en similitudes respecto a las conductas y el lugar donde viven.
“Hay grandes cambios durante este período, y esos cambios hacer difícil mantener amistades” dice Laursen. Como los niños se mueven de un camino académico a otro, empiezan o dejan ciertos deportes, o emprenden nuevos talleres extra curriculares, las oportunidades de interactuar con sus amistades regulares tiende a desaparecer. Esta época es también un momento donde la autonomía personal, que va en aumento, le permite a los niños comenzar a elegir a sus amistades y a decidir si invierten o no en esas relaciones.
Laursen siguió 573 relaciones de alumnos de octavo año hasta que terminaron o hasta 6 años después. Unos cuantos importantes rasgos de conducta aparecieron como predictores en las amistades que duraron más de un año: popularidad, agresión y logros académicos. Mientras más similares eran los amigos en estos rasgos, más duraba su relación. Los resultados reflejan un estudio previo de Laursen, donde encontró que podría predecir quiénes se podrían hacer amigos basado en la similitud de sus conductas durante séptimo año.
Los amigos de sexo opuesto fueron los con menores posibilidades de durar. “Están completamente perdidos” dice Laursen, en parte por la presión de otros amigos. Los adolescentes tienden a agruparse basándose en edad, raza y género, así que ser amigo con alguien del sexo opuesto durante esa edad limita el tamaño de las amistades totales y debilita la relación.
Laursen nos explica que estos rápidos cambios en amistades no son motivo de preocupación para los padres ni docentes, a menos que un niño/a tenga problemas para hacer amigos en cuyo caso sí es necesaria la intervención. Los adultos que quieran ayudar a esos niños pueden enfatizar que encontrar pares con quienes comparten similitudes en personalidad e intereses académicos es clave para crear relaciones duraderas. “Pero para la mayoría de los niños, el fin de una amistad significa el comienzo de otra” dice Laursen.
Esperamos que tengas en cuenta estas nueva actualización de la información a la hora de analizar las conductas sociales de tus hijos y que aguantes hasta que sean mucho más grandes para, recién ahí, considerar si tienen buenos rasgos como por ejemplo: la fraternidad. Antes no es más que una ilusión.
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