“Él siempre ha sido un trabajador bueno, muy comprometido; se quedaba hasta tarde y si había que venir los fines de semana, siempre estaba dispuesto, siempre puso su trabajo por encima de todo, incluso por sobre su familia”

¿Cuántos empleadores/as definirán así a un trabajador comprometido y bueno? Y, lo que es quizá peor, ¿cuántas trabajadoras/es se definirán a sí mismas/os usando la misma regla?

Basta poner un poco de atención y nos daremos cuenta de lo común —en latinoamérica— que es esta definición del “trabajador comprometido” como aquel que está dispuesto a sacrificar prácticamente todo frente al altar del trabajo; aquel que practica una entrega casi total a la compañía donde trabaja o a la actividad que desempeña. El trabajador comprometido prioriza su trabajo, por eso es que está “siempre disponible”. El “compromiso”, en este caso, es al valor del trabajo como propósito principal de la vida humana. ¿Y qué ganamos de esta disposición frente al trabajo? Posiblemente dinero, ascensos y el reconocimiento de nuestros superiores y pares.

La concepción general es que el trabajador comprometido prioriza su trabajo, por eso es que está “siempre disponible”. Su “norte”, en este caso, es ver el trabajo como propósito principal de la vida humana.

Todo eso suena bastante bien, pero los humanos somos seres con energía y recursos limitados, y por tanto en esta negociación debemos también preguntarnos qué perdemos con esta actitud hacia el trabajo. Si priorizamos el trabajo con el fanatismo del “trabajador comprometido” estaremos dejando de lado nuestra salud mental y nuestra salud física. Descuidaremos nuestras relaciones sociales (familiares, de pareja y amistad) y se nos dificultará tremendamente reflexionar sobre a dónde estamos conduciendo nuestra vida y qué esperamos de nuestro futuro.

¿No es eso suficientemente aterrador? Consideremos entonces lo siguiente: el “trabajador comprometido” corre un tremendo riesgo de identificarse a sí mismo como nada más que un trabajador. Su valor en la vida está dado, principalmente, por su capacidad de trabajar. Y no es extraño, pues con una entrega total al trabajo es bastante difícil cultivarse en otros aspectos. ¿Qué hay de terrible en esto? Que todos estamos en riesgo de perder nuestro actual trabajo, demorar en encontrar uno o quizá nunca encontrarlo. Incluso el trabajador más dedicado y mejor calificado depende de las demandas del mercado laboral; un mercado sobre el que no tiene control porque incluso en el mejor de los casos con el pasar del tiempo viene la sentencia que siempre evitó, su jubilación.

No hay cantidad de certificaciones, doctorados ni horas extras en la oficina que cambien esto. Ningún diplomado nos devuelve la vida ya perdida.

Quien se define sólo como trabajador y se entrega ciegamente a su trabajo  externaliza su valor como humano; lo deja en manos de los vaivenes de la empresa donde trabaja o del mercado.

De ninguna manera argumentamos a favor del dejar de trabajar o no esforzarse en las tareas que uno se propone. Más bien, sugerimos una alternativa intermedia: trabajar para vivir; no vivir para trabajar.   Proponemos que el “trabajador comprometido” sea aquel que se esfuerza por cumplir sus labores y perfeccionarse, pero que también está consciente de que hay vida, responsabilidades y realización más allá del trabajo.  Incluso el ser consciente de mantener a tope su salud física y mental, reporta enormes beneficios en su nivel de productividad, por lo que estar comprometido con el bien de su trabajo implica saber estar bien como persona, teniendo siempre presente el concepto de autorealización.

Admitimos que esta propuesta puede resultar difícil. Después de todo, implicará una reflexión constante sobre cómo está interactuando el trabajo con las distintas esferas de nuestra vida; cuánto tiempo y energía estamos poniendo en ello, si vamos bien orientados, etcétera. Pero los frutos de esta reflexión son una vida más sana y plena; más deliberada y por tanto más propia.

¿No estás convencido de tu trabajo? ¿Sientes que lo que haces no tiene mucho sentido para ti? ¿No sabemos hacia dónde se dirige tu vida, pero tampoco sabes por dónde partir para reorientarla? En Interludio podemos ayudarte con esto y mucho más. Pide tu hora haciendo click aquí.