Se le conoce como “Miguel Ángel” por el famoso arquitecto, escultor y pintor italiano renacentista Michelangelo Buonarroti, más conocido por ser el autor del fresco de la capilla sixtina y de la genial escultura del ‘David’. Su genio lo convirtió en una de las figuras más prominentes del Renacimiento.
Este efecto se refiere a las parejas que se van “esculpiendo” en dirección de sus “Yo ideales”. El “Yo ideal” es aquella persona que nos gustaría llegar a convertirnos, llena de cualidades sanas y constructivas.
La pareja que se profesa amor y aceptación completa y que a la vez valora el potencial de crecimiento del otro, son aquellas que quizá sin conocer este fenómeno, lo practican.
¿Por qué se da?
Es parte de la naturaleza humana reaccionar a la conducta de los demás y que las reacciones de los demás afecten a nuestra propia conducta.
¿Cómo funciona?
Nuestra pareja va reforzando las conductas positivas que nos llevará a nuestro “Yo ideal”, por ejemplo, si queremos llegar a ser alguien más bondadoso y actuamos en función de aquello, nuestra pareja reforzará esa conducta mostrando su apoyo y admiración, logrando que nosotros veamos esa conducta aún más positiva, adquiriendo así un hábito.
¿Cómo nos afecta?
Este fenómeno debutó en un estudio realizado en 1999 por los investigadores Drigotas y cols. Ellos realizaron una serie de experimentos para averiguar cómo este efecto afectaba la estabilidad y satisfacción de las relaciones de pareja.
Los investigadores concluyeron que cuando el efecto Miguel Ángel va moldeando en dirección del “Yo ideal”, las personas están más satisfechas con la relación y ésta es más estable.
Por el contrario, si se moldea en el sentido opuesto alejándonos de nuestro “Yo ideal”, las relaciones empeoran y los miembros se muestran insatisfechos.
¿Qué hacer?
Siendo conscientes de este fenómeno y de cómo sin darnos cuenta la conducta del otro frente a nosotros nos afecta, debemos cuidar nuestro “Yo ideal” y mantener un diálogo abierto y honesto con nuestra pareja para siempre ir trabajando ambos en dirección de nuestra plenitud, teniendo siempre claro que nosotros somos los responsables por nuestro propio crecimiento.
Al igual que somos conscientes de cómo este fenómeno nos afecta personalmente, debemos ser responsables en nuestro trato con los demás para apoyar y fomentar lo positivo y alineado con sus “Yo ideales”, no con nuestra propias idealizaciones de como querríamos que el otro fuese.
Una relación sana es aquella donde sus miembros se desarrollan plenamente y la pareja es un lugar seguro donde poder crecer. Aquella plenitud no es gratuita y puedes guiarte por el código de las relaciones saludables.
Aclaración. Cabe destacar que este fenómeno se estudió en parejas, pero se puede aplicar en la infinidad del espectro de relaciones amorosas. En Interludio apoyamos el amor y las relaciones humanas constructivas de cualquier tipo.