A menudo las aproximaciones con el autismo ponen énfasis en los síntomas que influyen de mala manera en la vida de quienes tienen la condición, entendible, considerando que desde la salud buscamos aminorar los problemas y mejorar la calidad de vida de cada persona. En este mar de información, que nos encargamos de propagar día a día puede quedar muy poco claro que muchas de las características que de no ser bien dirigidas pueden generar problemas,  al mismo tiempo pueden convertirse en aspectos muy positivos de la vida de las personas con autismo en sus versiones más leves.

En este artículo queremos cambiar la perspectiva y dedicarnos a mostrar el lado bueno de muchas de las características de una persona autista.

Son capaces de concentrarse en problemas complejos por largos períodos de tiempo, reconocen detalles que otros pueden pasar por alto y pueden generar soluciones novedosas.

Dado que desarrollan un interés muy intenso en las áreas que les atraen, tienden a convertirse en expertos en dichos temas.

Dadas sus peculiaridades (intereses, modismos, etcétera) pueden resultar buena compañía, aportando novedad a las relaciones.

Cuestionan normas y costumbres que muchos dan por sentado, aportando una nueva perspectiva y siendo capaces de lidiar con conceptos que pueden ser considerados como tabú.

Tienen una idea clara de qué les gusta y qué no y, por lo mismo, pueden ser más honestos con sus deseos y estados internos.

Tienden a ser buenos al momento de planear, organizar y esquematizar.

Algunos pueden tener mayor sensibilidad sensorial (táctil, olfativa, visual, etcétera) dándoles una ventaja en ciertas ocupaciones, como la industria de la moda, la cocina y ciertos trabajos al aire libre.

Dado que tienen una tendencia a apegarse a rutinas y patrones de comportamiento, son confiables y predecibles.

Pueden ser autónomos a la hora de entretenerse, no dependiendo de otros para realizar actividades como ir al cine, talleres o recitales.