Hoy, que tanto a nivel nacional como internacional vemos y discutimos comportamientos poco éticos que se manifiestan en fenómenos como la corrupción o en la toma de decisiones, evidentemente contrarias a los principios éticos de convivencia humana, es importante comprender qué factores inducen estas conductas, particularmente en personas que en otras condiciones podríamos considerar fundamentalmente honestas.
En el artículo Unethical behavioral finance: why good people do bad things (Porqué gente buena hace cosas malas), de Ronald F. Duska, se trata de comprender por qué personas que en otros contextos podríamos calificar como buenas cometen actos incorrectos. Los factores que pueden llevar a ello son los siguientes:
Débil fuerza de voluntad
La mayoría de las personas tiene un limitado recurso de fuerza de voluntad que, ante condiciones extremas, puede agotarse y provocar que los fundamentos del comportamiento ético se pierdan. En lo personal, ello hace necesario que reconozcamos cuáles son los elementos que ejercen una tentación relevante sobre nuestra conducta y nos alejemos de ello, pero si, por el contrario, lo que pretendemos es vigilar la conducta de otras personas (por ejemplo, figuras de las esferas gubernamental y pública), es indispensable establecer marcos de conducta que limiten la posibilidad de exposición ante estas tentaciones.
La ignorancia
Existen momentos en los que la falta de información precisa o la existencia de áreas grises facilita la toma de ediciones poco éticas. Un elemento que puede incidir es el sesgo conocido como framing (encuadre), que se refiere a que la forma en la que se nos presenta una decisión determina la orientación que damos a la misma, favoreciendo en muchos casos una conducta falta de ética.
Progresividad
En muchas ocasiones, las conductas poco éticas no inician siendo francamente tales. Típicamente inician como una pequeña infracción que paulatinamente va creciendo y degradando la ética de la conducta, que a partir de la repetición se hace hábito y se acrecienta.
Racionalización
Las personas tendemos a racionalizar conductas negativas tratando de justificarlas frente al resto, pero sobre todo, con nosotros mismos. En el caso de la corrupción, la principal justificación es que todos los demás también lo hacen. También pueden encontrarse elementos de racionalización que aparentemente apelan a condiciones superiores que, en los hechos, son inexistentes.
Arrogancia
Este elemento se refiere a la incapacidad que mostramos para reconocer las fallas propias en nuestra conducta. Esa falta de objetividad típicamente nos lleva a ser capaces de distinguir el comportamiento poco ético en otras personas, pero no en nuestras acciones. De ahí la importancia del escrutinio y transparencia de la conducta, particularmente pública, que es la que permite evitar que en la obscuridad la arrogancia justifique y haga prevalecer las conductas poco éticas, como ocurre con excesiva frecuencia en el ejercicio público y político de nuestro país.
Docilidad
La apacibilidad de las personas puede llevarlas a someterse a comportamientos faltos de ética, sin otra justificación que una aparente directriz superior, que, en ocasiones, expresamente, pero, en otras, sólo a partir de una suposición, justifican dichas conductas negativas.
El comportamiento ético es, ante todo, una decisión individual, pero tratándose de conductas sociales y colectivas, es fundamental propiciar mecanismos que permitan crear condiciones que por lo menos dificulten la falta de ética en las decisiones y comportamientos, creando consecuencias puntuales cuando se presenten, porque, cuando ocurren, especialmente en la conducta de personas públicas o con acceso a poder, las consecuencias pueden ser negativas para todos.
Fuente: Diario el Economista, Raúl Martínez Solares