La teoría de las cucharas es un recurso explicativo, una analogía, utilizada con el propósito de ilustrar las dificultades diarias de personas neurodiversas o con discapacidades invisibles, dado que su situación puede resultar difícil de comprender para personas neurotípicas, no discapacitadas o que no han tenido contacto con alguien con estas características.

Dentro de las discapacidades invisibles encontramos a personas dentro del espectro autista, personas con dolor crónico, fibromialgia, disautonomía, lupus, síndrome de Ehlers-Danlos, síndrome de fatiga crónica, entre otras.

La utilidad de la teoría de las cucharas radica en que nos provee de una forma simple y concreta para entender y comunicar cómo funcionan los niveles de energía (y demanda de la misma) en personas neurodiversas o con discapacidades invisibles.

La idea central es que todos contamos con un total de energía limitado por día (todas nuestras cucharas) y, en la medida que realizamos actividades, vamos gastándolas. Sin embargo, ciertas actividades cotidianas que para la mayoría de las personas pueden resultar muy fáciles (al punto de ni siquiera sentir que afectan su energía) para las personas dentro del espectro autista o con discapacidades invisibles pueden resultar tremendamente demandantes. A esto se suma que las personas con estas afecciones pueden iniciar sus días con menos cucharas disponibles que el resto, teniendo, efectivamente, menos recursos totales para enfrentar su día.

Podemos tomar como ejemplo a una persona que padece fatiga crónica. Para ella, una actividad cotidiana como lavarse los dientes puede resultar altamente demandante. Es aquí donde se puede usar la analogía, que nos sugiere pensar esto en términos de cucharas: lavarse los dientes es una actividad, para la mayoría, fácil (al punto de que muchos ni siquiera reparan en el costo de energía; no cuesta cucharas) pero, para alguien con fatiga crónica, le significa un gasto de cucharas importante (por ejemplo, 1 cuchara de las 15 que tiene en su día). Quizá 15 cucharas no suena tan poco, pero cuando consideramos que cocinar, vestirse, peinarse y hacer la cama son todas actividades igual o más demandantes, entendemos la gran carga a la que se enfrentan.

Otro ejemplo útil sería considerar el caso de una persona en el espectro autista, para quien las interacciones sociales (en caso de poder enfrentarlas) pueden resultar muy cansadoras. Aquí debemos considerar que aquello que para muchos es simple y liviano -como conversar- y, por tanto, no se percibe como demandante (no gasta cucharas), para una persona en el espectro puede significarle una inversión importante de sus cucharas (su energía total diaria) y generarle cansancio.

A pesar de que este recurso surgió en un contexto específico, es evidente que personas sin discapacidades invisibles o neurotípicas pueden hacer buen uso de esta teoría para entender y cuidar de su energía, utilizarla bien y no caer en el estrés y burn out. Cada actividad debe ser medida con cuidado, pues la salud mental y física dependen de nuestro autocuidado permanente.

Es clave que, como sociedad, logremos integrar de mejor forma a las personas neurodiversas y con discapacidades invisibles. Parte importante de este esfuerzo se da en la comprensión diaria; en el entender cómo es su dinámica interna y cómo experimentan el mundo. Muchos no buscan ser compadecidos, si no simplemente entendidos y que no se les etiquete de forma peyorativa por funcionar de forma diferente.