¿Qué es? 

Es una serie de síntomas que muchos han reportado sentir luego de la prolongada exposición a la crisis sanitaria, económica y social en Chile y el mundo.

El estrés prolongado se ha apoderado de nuestras vidas frente a la incertidumbre que reina en muchos aspectos de nuestras vidas y que, por cierto, nunca habíamos experimentado a este nivel y durante tanto tiempo.

Nuestros mecanismos psicológicos adaptativos (todas nuestras filosofías, ideas y formas de procesar las dificultades) se han visto sobrecargados y han aparecido sensaciones, emociones y sentimientos relacionados con el pesimismo, miedo al futuro y una amenaza constante.

¿Por qué sucede?

Cuando nos vemos enfrentados a una amenaza, las glándulas suprarrenales situadas en la parte superior de nuestros riñones inundan el cuerpo con la hormona del estrés, el cortisol (que amplifica nuestro metabolismo y combate la inflamación) y adrenalina (que acelera la circulación sanguínea y la respiración). Esta es la bioquímica de la respuesta de lucha, huida o paralizamiento, respuesta natural que nos permite enfrentar peligros.

En momentos como estos, con la pandemia de Covid-19, las preocupaciones económicas y los problemas políticos y sociales, nos vemos enfrentados a estresores de forma constante y la respuesta de estrés puede volverse crónica.    Nuestro organismo está preparado para para manejar el estrés de manera acotada y temporal y, al extenderse este estado, podemos vernos desbordados, psicológica y fisiológicamente.     La larga exposición a estos acontecimientos estresantes a nivel país y mundial, han hecho que muchas personas se encuentren sufriendo algo conocido como “fatiga por crisis”.

Síntomas

En su generalidad, al estar expuestos a la respuesta frente a la amenaza de manera constante por el estrés, podemos experimentar incremento en los latidos del corazón, presión arterial, irritabilidad, insomnio, tensión muscular, trastornos de la alimentación y/o digestión, jaquecas o dificultad para mantener la concentración. Además, puede que no seamos tan estrictos con medidas de seguridad importantes, como el lavado de manos o el uso de mascarillas.

Ahora, las personas también pueden presentar síntomas y sentirse de dos formas: retraídos o con hiperactivación.

La hiperactivación (alta ansiedad), es un estado donde la persona está altamente irritable e hiper-reactiva: cualquier recuerdo de la crisis puede resultar en una respuesta emocional desproporcionada, ya sea de llanto, rabia, etcétera. Esta manera de reaccionar está ligada a la parte de nuestra respuesta asociada al ataque-huida, es como si nuestro cuerpo se viese forzado a reaccionar de manera rápida y fuerte frente a este peligro, que durante miles de años nos sirvió para sobrevivir a peligros físicos, como un animal intentando atacarnos.  Ahora es como si tu cerebro quisiera atacar o huir pero como se trata de un virus, no tiene conductas que le permitan actuar, sólo queda el estrés.

El retraimiento puede ser más riesgoso, pues es más difícil de identificar y abordar. En vez de conductas explícitas, las personas no muestran ningún atisbo de malestar: se muestran despreocupados y desinteresados en lo que respecta a la crisis, sin considerar mucho lo que se deba hacer, medidas a tomar o sus resultados.  Esta reacción natural tiene que ver con nuestro instinto a paralizarnos frente a ciertas amenazas, algunos animales pueden no hacerte daño si estás completamente paralizadx, como por ejemplo los osos, ese  mecanismo también pudo sernos útil en otra época como durante las batallas medievales o saqueos a ciudades, el hacerse el muerto podía funcionar como una manera de engañar a los atacantes y pasar desapercibidxs.  Muchos animales tienen esta forma de protección y nosotros no somos una excepción, solo que aparte de la parálisis física también podemos reaccionar con una parálisis mental o emocional, lo que implicaría desconectarse del problema, tratando de hacer como si no existiese, procrastinando, e incluso a veces olvidándolo por completo durante ratos.  Esto puede ser peligroso primero porque es un mecanismo silencioso, pero también porque puede interferir a la hora de detectar nuestro propio malestar, intentando no conectar con los síntomas que sí estamos generando.

Otras patologías asociadas

Dependiendo de la cercanía que tengas a las crisis (sanitarias, económicas, etc.) puede que estés experimentando otros síntomas, asociados a síndrome de estrés postraumático o lesión/desorientación moral.

La lesión/desorientación moral y el estrés postraumático están estrechamente relacionados entre sí. Ambos implican un evento (o serie de eventos), experimentadas por un individuo como física o emocionalmente dañinas o que amenazan la vida. Esta experiencia crea efectos adversos duraderos en su salud física, emocional o espiritual. En esencia, la experiencia nos cambia y puede hacernos cuestionar creencias muy arraigadas sobre la naturaleza humana, el bien y el mal, la justicia y la equidad, el significado de la vida y el papel que “podrían/deberían” tener en la prevención de eventos catastróficos o negativos. 

Mientras que un diagnóstico de estrés postraumático implica la presencia adicional de síntomas específicos relacionados con la experiencia de un evento traumático, el daño moral puede ser igual de angustiante para la persona que lo experimenta. Cuando los estresantes se acumulan y se superponen (como ha ocurrido este año) muchas personas se ven obligadas a enfrentarse a preguntas profundas, relacionadas con el “por qué” y el “qué pasaría si”.

Tales preguntas son naturales de considerar en tiempos de adversidad, pero la demanda emocional que implican puede dejarte agotadx, irritable o ansiosx.

Cómo mitigar y minimizar los efectos negativos 

Aspectos generales a tomar en cuenta en tiempos de crisis, cuarentena o confinamiento.

  1. Cuida tu salud física tratando de mantener tu alimentación rica y variada en nutrientes, pon especial atención a las vitaminas.
  2. Mantente conectado con personas que refuercen una visión prudente de la situación.
  3. Preserva tus rutinas o crea nuevas que te ayuden a mantener algún sentido de orden diario y sepas qué esperar del día.
  4. Limita tu exposición a redes sociales y noticias relacionadas a la crisis.
  5. Haz algún tipo de ejercicio físico, ayuda directamente con la ansiedad.
  6. Haz cosas que realmente disfrutes en tu tiempo libre.
  7. Haz ejercicios de respiración y relajación. Medita, practica mindfulness o yoga.
  8. Prioriza las cosas que debes hacer y descarta las que no son inmediatas o esenciales.
  9. Gasta cuidadosamente tu energía: úsala solo en cosas importantes.
  10. Concéntrate en las cosas que puedes controlar e influenciar a través de tu voz, finanzas o esfuerzo personal.
  11. Deja rencillas poco constructivas para resolver luego de que pase la crisis.
  12. Busca noticias positivas en tu país y alrededor del mundo para contrarrestar las de la crisis. Hay cosas buenas pasando todos los días.
  13. Tómate en serio tu tiempo de autocuidado, ya sea dedicadx a estar solx o haciendo cosas que disfrutes. No lo dejes pasar.
  14. Si lo necesitas, busca el apoyo de cercanos en los que confíes. No es necesario que pases esto solx.

Qué hacer si no desaparece

Experimentar una reacción adversa a un estrés intenso y prolongado no quiere decir que necesariamente estés desarrollando alguna patología mental o trastorno. Pero la fatiga por crisis, si bien es una respuesta natural, debe ser monitoreada y tomada en serio.

Si notas ansiedad persistente, problemas para dormir, hipervigilancia, apatía y/o retraimiento, además de respuestas emocionales abrumadoras que están afectando tus relaciones o el funcionamiento diario, debes considerar la posibilidad de buscar la ayuda de un profesional de la salud mental: este podrá ayudarte a expresar, sintetizar y analizar lo que estás experimentando, y te dará las herramientas para sobrellevar aquellas emociones intensas.